jueves, 24 de mayo de 2012
LA CONVIVENCIA ENTRE EL DEBER Y EL DERECHO
Para
abordar el tema, iniciemos haciendo referencia al texto de Mauricio Goyeneche: “La convivencia es pues en resumen, todo
ese conjunto de valores, principios y convicciones que caracterizan a una
Nación, que la hacen diferente a todas las demás, la convivencia es el tratado
ético y moral que rige a una comunidad y la hace singular, es la aplicación de
ese referente filosófico, es el andamiaje de acciones precisas que los miembros
de la comunidad ejercen para hacer valer todas sus convicciones, para hacer
valer los derechos individuales y para edificar el bien colectivo, la convivencia
es en síntesis la carta magna de la construcción social en cualquier estructura
social que pretenda evolucionar.”[1]
Es
así como claramente se evidencia la importancia de la convivencia en la vida
cotidiana de una persona dentro de un colectivo. Sin embargo, debemos
preguntarnos por las condiciones que determinan el accionar de ese individuo y
por el contexto en que se desenvuelven.
Para
el caso de nuestro país, desafortunadamente tendríamos que hacer referencia a
fenómenos como: insurgencia, narcotráfico, guerrilla, paramilitarismo,
desplazamiento forzado, corrupción, indiferencia, conflicto armado, procesos de
paz inconclusos, violencia, todo lo anterior hace parte de la convivencia que
se respira actualmente en Colombia. Sabemos que la convivencia se construye
desde la base de la garantía de Derechos, como el trabajo, la salud, la
educación, la vivienda, que conlleven a la integridad física, psíquica y
espiritual de las personas. Cuando se rompe con la garantía de estos Derechos, se
pierde la credibilidad en el Estado y desafortunadamente empiezan a confluir
diversas problemáticas, creándose así, un panorama incierto.
En
el departamento del Putumayo, hacia la década de los ochenta, la ausencia del
poder del Estado, facilitó que Gonzalo Rodríguez Gacha en “El Azul” (Puerto
Asís) y otros lugares fronterizos de la región, instalara su imperio
narcotraficante y organizara su propio ejército, los llamados “macetos”. Era
común descargar dinero y mercancía (cocaína); los habitantes del lugar trabajaban
construyendo pistas clandestinas hasta en la orilla del río San Miguel y
cuidando los cristalizaderos (lugar de purificación de la coca). Tras la
bonanza cocalera, los grupos guerrilleros como el EPL y las FARC, que ya
habitaban en el lugar, junto a la delincuencia común, inician una disputa que desencadena
las peores pesadillas para la gente de la región. El conflicto entre estos
actores armados, promueve una violación de los derechos humanos de las más
atroces, desde inicios de la década de los ochenta hasta la actualidad. ¿Qué ha
hecho el Estado y sus gobiernos? Aplicar políticas represivas, aparentemente
políticas sociales, que en algo muy mínimo han aportado en la solución a los
graves problemas de los Putumayenses.
Lo
anterior ha sido una manifestación de lo que ha venido ocurriendo en el país,
esto actualmente no para; sino demos un vistazo por el norte, el oriente, el
sur y el occidente de nuestra Nación y veamos que está pasando en cada uno de
los departamentos.
Sin embargo nuestro país no es el único afectado por ese
tipo de situaciones, en Latinoamérica la situación es similar, el problema
político latinoamericano está determinado y condicionado por la situación del
subdesarrollo. “Desde la época de la conquista, sucesivamente España,
Inglaterra y Estados Unidos, aquellas metrópolis dominantes, han prolongado la
dominación y explotación a nivel económico, político y cultural, ya sea bajo la
forma del colonialismo clásico o de la forma del neocolonialismo”.[2]
A nivel mundial, no se alcanza a entender, cómo un país en nombre de la
libertad y la democracia impone su régimen, como ha sucedido en medio oriente
con Afganistán e Iraq, violando de manera agresiva y con la mayor impunidad los
derechos humanos de millones de personas, dejando sólo muerte y destrucción.
El liderazgo
político asumido por Estados Unidos en el mundo, hoy junto a políticas
internacionales que los países terminan aceptando e imponiendo en sus
territorios es de profunda preocupación, pues sus estrategias
político-militares, disfrazadas con acuerdos político-económicos de aparente
favorabilidad, no son más que estrategias en función de sus intereses a corto y
largo plazo.
Si
la convivencia es un conjunto de valores, principios y convicciones que
caracterizan a una Nación, no es posible ni aceptable que otra los imponga; si
la convivencia es el tratado ético y moral que rige a una comunidad y la hace
singular, hay mucho por construir en un país que se dice ser multiétnico y
pluricultural como lo es Colombia, entonces ¿qué decir a nivel mundial cuando a
todos quieren homogenizar?; si la convivencia es el andamiaje de acciones
precisas que los miembros de la comunidad ejercen para hacer valer todas sus
convicciones, para hacer valer los derechos individuales y para edificar el
bien colectivo, no existen las garantías que hagan posible tal anhelo en países
como el nuestro, donde se impone el querer de otros, de las élites; si la
convivencia es en síntesis la carta magna de la construcción social en
cualquier estructura social que pretenda evolucionar, la revolución en esa
carta magna debe darse, porque la actual convivencia propende por el bienestar
de algunos a expensas de la explotación de la gran mayoría y así, jamás será
posible una convivencia con justicia social en la que los derechos humanos
tengan la validez requerida y no se le dé prioridad tan sólo al deber con tal
de subyugar.
CONCLUSIONES
- La Convivencia y Expresiones Culturales, son dos conceptos que se articulan y complementan, para garantizar un adecuado desarrollo del ser humano como parte de un colectivo.
- La Convivencia se construye a partir de nuestro accionar dentro de la comunidad, de ahí la importancia de conocer nuestro papel como elemento fundamental de esa comunidad y los mecanismos que me permiten ejercer mis derechos como ciudadano.
- Los Derechos Humanos deben ser garantizados por el Estado, pero el cumplimiento de estos depende también de la responsabilidad con la cual asumo mi papel como ciudadano y el empoderamiento que logre como integrante de una comunidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
· BERMUDEZ ARDILA, Fernando.
Propuesta de Paz. Solución práctica al conflicto armado de Colombia. Centro de estudios políticos e
investigaciones históricas. Bogotá, 2008.
·
Ibídem. Pág. 71
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